27 Ene SINCERIDAD SINCERICIDIO
La sinceridad goza de buena fama. Es una cualidad bien valorada que hace que confiemos más en las personas que juzgamos sinceras y desconfiemos de las personas que juzgamos insinceras, falsas o mentirosas. Las personas sinceras transmiten sentimientos positivos, de confianza y autenticidad existiendo una fuerte relación entre sinceridad y confianza. Cuando la confianza se ve amenazada, las relaciones se resienten y cuesta restaurarlas. Si pensamos en términos de equidad entre dos opuestos, la sinceridad estaría en el medio entre la mentira y el sincericidio o sinceridad extrema ya que, “ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir lo contrario de lo que se piensa”(André Maurois).
Si nos cuesta distinguir entre sinceridad y sincericidio, podemos tener la creencia de que es absolutamente necesario ser sinceros y decir siempre lo que pensamos, en lugar de poner el foco en las consecuencias y cómo lo que vamos a decir puede afectar a la otra persona. Podemos creer que estamos legitimados a decir lo primero que se nos viene a la cabeza. Esto es así porque nos amparamos en la creencia de que decimos las cosas por el bien del otro y nos mantenemos fieles a un autoconcepto de persona sincera, honesta y valiente, incluso más valiente que la mayoría de las personas que no siempre se atreven a decir la verdad.
También podemos albergar la creencia de que estamos en posesión de la verdad ya que el sincericidio se relaciona con la emisión expontánea y sin filtros de toda clase de juicios automáticos que se emiten sin reflexión ni revisión. No reconocemos que pueden ser nuestra percepción y nuestros juicios los que nos lleven a pensar de esa manera. Y, puesto que el lenguaje no es inocente, cuando somos sincericidas tampoco lo hacemos de una forma inocente. El sincericidio suele ser una forma de provocar al otro para lograr algo que deseamos. Un sistema que permite la manipulación, el control o la dominación del otro, aunque opera de un modo muy sutil y muy poco consciente.
¿Qué podemos hacer para manejarnos en la sinceridad y no en el sincericidio?
Tomar conciencia del impacto que pueden provocar nuestras palabras y sus posibles consecuencias.
Para ello, podemos aprender a hacernos nuevas preguntas:
- ¿Para qué voy a tener esa conversación?
¿Qué ventajas e inconvenientes obtendré en esa conversación?
¿Cómo puede afectarle o afectarme esto que voy a decirle?
¿Cómo y qué voy a decirle?
Y recordar lo que nos dice este antiguo proverbio Árabe: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo digas”.